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Durante el periodo de estas dos semanas que han transcurrido, hablamos que desde el 14 de noviembre del presente al día de hoy, he estado conviviendo con un buen amigo al que considero motor de muchas ideas que en mis notas les expreso. Desgraciadamente, a mi amigo, le ha sucedido algo bastante desagradable, en uno de los tantos juegos de pelota (baseball) al que asistía y participaba como jugador, tuvo un accidente que lo dejó con un tobillo dislocado y el peroné roto.
¿Vaya acontecimiento cierto? Opino que el accidente ocurrido no es tan grave a comparación con lo que ahora observo, ya que mi amigo puede moverse con facilidad y no necesita mucha ayuda e intervención de otras personas para realizar sus actividades a pesar de que ocupa muletas.
Él comenta la incomodidad por el uso de dichas muletas, aunque se adapta, solo que durante los fines de semana anteriores, cuando decidimos salir a distraernos, nos hemos encontrado con una escena más de nuestra triste realidad: la discriminación indirecta.
A pesar de que en la mayor parte de la ciudad Puebla se observan accesos para discapacitados en estacionamientos, rampas para discapacitados en las aceras, uno que otro centro comercial con servicio de silla de ruedas, el respeto y atención hacia las personas discapacitadas sigue siendo limitado si no es que en ocasiones nulo.
Elevadores que no sirven, personas que desconocen cómo reaccionar o intervenir en apoyo a los discapacitados, muchas escaleras y muy pocos accesos fáciles para silla de ruedas y muletas, transeúntes y automovilistas inconscientes así como apáticos e infinidad de aspectos que si no se observar directamente pasan desapercibidos. Basta con alzar la mirada y contar entre cierto número de personas, cuántas de ellas presentan una discapacidad y cómo se desenvuelven en las calles y lugares públicos, ¿cuántas encontraste?
Se puede observar que no hay mucha gente discapacitada recorriendo las calles, puedes encontrar alrededor de dos a tres personas en silla de ruedas o con bastón o inclusive con muletas en comparación con la gente sin discapacidad debido a que, por una parte, las recomendaciones clínicas dictan reposo absoluto y actividades reducidas hacia el paciente, por otro lado, en las condiciones que se encuentra la ciudad, el transporte público e inclusive la habilidad y aspecto físico de cada persona con una discapacidad condicionan enormemente la capacidad de interacción, transporte y tránsito de las mismas en las calles y demás zonas de la ciudad.
Además, la misma gente que nunca ha experimentado cierta limitación física, que nunca ha ocupado muletas o una silla de ruedas y por lo tanto no conoce las implicaciones de todo esto, es insensible a esta realidad. No los culpo ya que se han cuidado, han tenido suerte y la vida les sonríe en este aspecto, solo que, eso no es excusa para deslindarse de esta situación y tampoco sirve de pretexto para no apoyar a la gente con una discapacidad.
No hago alusión en apoyo al Teletón ni donaciones económicas frías y sin sentido, simplemente hago referencia a un apoyo más tangible y real: si vez en problemas o con alguna complicación a una persona discapacitada auxílialo de la manera más respetuosa posible, ya que no todos aceptan ayuda ajena, pregunta si requieren de tu apoyo; si vez limitado el acceso para una persona discapacitada, sede tu lugar o auxílialo abriendo paso educadamente, él te lo agradecerá.
Finalmente, no le deseo mal a nadie, aunque, el día que desgraciadamente te suceda una situación donde quedes limitado físicamente temporal o permanentemente observarás que no todos sabemos cómo comportarnos ante tú realidad y que las posibilidades para desenvolverte por las calles y lugares públicos son escasas, solo que siempre habrá algún “despistado” que te tenderá la mano, te apoyará y sin pedirte nada a cambio hará de algún modo “tusituación” más sencilla.
Di no a la discriminación indirecta y participa directamente en el apoyo a las personas discapacitadas.