Sunday, 19 de May de 2024

Dichosos los ojos

Jueves, 18 Abril 2013 22:37
Laura Martín

Viaje interminable

Por :
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“Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”, dijo Jorge Luis Borges. Dados nuestros ínfimos índices de lectura quizá solo unos cuántos “bichos raros” coincidieran con esta idea/ilusión del escritor argentino; quizá sólo unos cuántos hayan alcanzado cosas que nunca tocarán sus manos o llegado a lugares que nunca pisarán sus pies a través de las páginas de un libro.

El próximo 23 de abril  se celebrará  el Día Internacional del Libro y aunque la idea de esta conmemoración tiene su origen en Cataluña donde, según la tradición, cada 23 de abril, Día de San Jorge, las personas regalan e intercambian rosas y libros con sus seres queridos,  la fecha fue escogida  por la UNESCO en 1995 como homenaje a que un 23 de abril, pero de 1616, murieron Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. Para la celebración no importa que este último dato sea falso. Digo no importa, porque cabe señalar que la supuesta fecha del fallecimiento de Shakespeare corresponde al calendario juliano, es decir, al  3 de mayo de nuestro calendario gregoriano, mientras que Cervantes falleció el 22 abril y fue enterrado el 23. Así es que de los tres, fue el Inca el único que murió ese día.            

Sea como sea, el Día Internacional del Libro es siempre un buen pretexto  para fomentar el placer de la lectura y conmemorar la  irreemplazable contribución de  quienes han dedicado su vida a las letras para heredarnos páginas inolvidables.

Desde mucho antes que el hombre leyera, la narración oral  conquistó a todos los pueblos de la humanidad. Los griegos, ahí está el Liceo de Aristóteles, organizaban lecturas comunitarias en voz alta que luego eran discutidas en grupo. En los conventos medievales, por ejemplo, ésta era una práctica habitual. A propósito, ahí está la popular anécdota de los habanos cubanos “Montecristo”. En la isla era y es  muy popular la tradición de leer en voz alta a los trabajadores del tabaco mientras éstos líaban. Se dice que en una ocasión les leyeron “El conde de Montecristo” de Alejandro Dumas, a consecuencia de lo cual los trabajadores quedaron tan conmovidos que escribieron al escritor francés para que los autorizara a bautizar a la empresa de los populares puros con el título de la novela.

Hoy, tiempos en que la lectura se ha convertido en un acto predominantemente individual, leer es más que nunca,  una afirmación de nosotros mismos, se trata de gusto, de placer, nunca debe ser imposición, ni  aburrimiento, ni castigo. Leer es un tesoro por encontrar, un mundo por descubrir universos inesperados.

El mejor homenaje que podemos hacer al libro es, sin duda, sumergirnos en sus páginas. A todos aquellos que teniendo la posibilidad de hacerlo no encuentran motivación para ello, aquí les van estas líneas del autor estadounidense Harold Bloom:

“Leemos de manera personal por razones variadas, la mayoría de ellas familiares: porque no podemos conocer a fondo a toda la gente que quisiéramos; porque necesitamos conocernos mejor; porque sentimos necesidad de conocer cómo somos, cómo son los demás y cómo son las cosas.”

Emily Dickinson escribió que “Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro.”  Quienes nos hemos embarcado en la aventura de leer, sabemos que este es un viaje de no retorno, que la lectura es una nave que cuando se aborda de verdad no se abandona nunca. Así que, sigamos su consejo y, entre páginas, viajemos.