Sunday, 19 de May de 2024

Dichosos los ojos

Viernes, 26 Abril 2013 04:00
Laura Martín

La carta del secreto

Por :
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El 24 de abril de 1953, Michael Brick, de apenas doce años, recibió una carta donde su padre le revelaba un secreto; la punta de un iceberg de dimensiones imprevisibles. Sesenta años después, las implicaciones de aquel secreto no dejan de sorprendernos.  

A quién puede extrañarle que en días pasados la carta se haya vendido en subasta por 5.3 millones de dólares. No todos los días le dice a uno su padre que acaba de descubrir el ADN, donde se almacena  la información genética de los seres vivos, la revelación de por qué somos como somos. Se trata de siete páginas donde emocionado, el científico británico Francis Crick explica, incluso con dibujos, qué es el ácido desoxiribonucléico.

Fue un día después, cuando la revista  Nature publicó el artículo firmado por Francis Crick y James D. Watson, donde éstos teorizan sobre la estructura de doble hélice de la molécula del ADN  que guarda la información biológica de los seres vivos. El artículo proponía también que la doble hélice permite al ADN replicarse. Además, explicaba cómo se expresa los genes y de qué manera se obtienen las proteínas.

Si bien fue años después que se comprobarían estos supuestos, sin duda abrieron la puerta a conocimientos que han llevado al  hombre a producir proteínas como la insulina, a descifrar el genoma de cada uno de nosotros o al desarrollo aún incipiente de la medicina personalizada, donde los tratamientos se orientan en función de los genes del paciente.    

El descubrimiento, que valdría el premio Nobel de Medicina en 1962 a James D. Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins, se apoyó en el trabajo de la cristalógrafa Rosalind Franklin. Maurice Wilkins, quien trabajaba con Franklin en la difracción de los rayos X, sin el consentimiento de Franklin, mostró a Watson y a Crick la llamada Fotografía 51,  que serviría de evidencia fundamental para proponer la estructura de doble hélice del ADN. Franklin falleció de cáncer de ovario en 1958, se cree que a consecuencia de su alta exposición a los rayos X, y  no fue reconocida por sus importantes aportaciones sino hasta muchos años después de su muerte.

Además de sus aplicaciones en medicina genética y preventiva, dichas investigaciones han permitido avances determinantes en medicina forense, tan de moda hoy en programas de televisión.

 Otro gran logro derivado de este descubrimiento es la obtención de variedades de plantas y animales más productivos, práctica que se lleva a cabo desde mucho tiempo atrás, pero que hoy se realiza a gran escala y con mayor efectividad, aunque, en ocasiones y no siempre con razón, los efectos sobre la salud de estos productos sean puestos en entredicho. 

Los estudios de Watson y Crick abrieron la puerta para el desarrollo de la llamada Antropología molecular, el conocimiento más certero de la evolución humana y de las corrientes migratorias.

Se habla de que gracias a la manipulación genética la «construcción» de animales que no existen en la naturaleza ya no es cosa de la ciencia ficción, de que próximamente se podrán revivir con éxito especies extintas o de que los ricos podrán pedir hijos a la carta. Estos temas, mediáticos y controversiales, con frecuencia son puestos a debates éticos en los medios. Sin embargo, debemos tener presente que la meta de la mayoría de quienes han trabajado y trabajan en el estudio del ADN es, y ha sido, prolongar y mejorar la vida del hombre.

Lo cierto es que aún hoy no sabemos hasta dónde nos llevarán las ondas expansivas del descubrimiento que, hace sesenta años, su padre desveló  en una carta, un día antes de abrirlo al mundo, a Michael Brick.