Sunday, 19 de May de 2024

Dichosos los ojos

Viernes, 14 Junio 2013 01:19
Laura Martín

Dejen de vigilarnos

Por :
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"En un tiempo de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario", escribió George Orwell.  Muchos, quizá, no estén de acuerdo con esta aseveración, de ahí que mientras para unos Edward Snowden es un valiente dispuesto a enfrentarse a un gigante, para otros no es más que un traidor a la patria. Lo cierto es que tras revelar a los periódicos The Guardian y The Washington Post  el programa de vigilancia masiva vía telefónica y por Internet que ejerce el gobierno estadounidense, este joven de 29 años y ex trabajador de la CIA,  es hoy un perseguido político.

Al parecer Snowden, genio de la informática, desilusionado al constatar que el presidente Barack Obama continuó con las políticas de espionaje de su antecesor George Bush, decidió hacer públicos dichos programas por considerarlos violatorios de derechos fundamentales de ciudadanos  no sólo estadounidenses, sino de todo el mundo.

Dichas revelaciones han reavivado el debate entre el derecho a la privacidad y la seguridad nacional, además de poner en entredicho el derecho de un individuo a expresar libremente sus ideas sin ser investigado ni perseguido por ello, premisa básica para aquello que llamamos democracia.

Aunque los gigantes de Silicon Valley: Facebook, Twitter, Google, Microsoft, Skype, AOL, Youtube o Apple rechazan que la Agencia Federal de Seguridad Nacional (NSA) y la CIA (Central Intelligence Agency)  hayan tenido acceso directo a sus servidores para obtener datos de los usuarios, tanto The Guardian, como The Washington Post, aseguran que existen documentos que demuestran lo contrario y que exhiben cómo dichas empresas permitieron el acceso a sus redes desde 2007.

Apple, por ejemplo, se ha lavado las manos: "Nosotros no facilitamos el acceso directo a nuestros servidores a ninguna agencia del Gobierno y si quieren solicitar la información de alguno de nuestros clientes, necesitan una orden judicial", mientras que Google, niega “ser la puerta trasera por la que el Gobierno accede a los datos privados de los usuarios”. El programa, conocido como PRISM, según The Guardian, “permite a la NSA recopilar el contenido de los correos electrónicos, de los archivos enviados o de las conversaciones de chat”.

Aunado a esto, ha salido a la luz cómo el gobierno estadounidense, justificándose en la lucha contra el terrorismo, obligaba a la compañía Verizon a suministrar los números marcados y la duración y frecuencia de las llamadas, si bien no su contenido.

Snowden, quien se ha refugiado en Hong Kong, habla de 61 mil operaciones de robo de información alrededor del mundo, con lo cual se trata de las filtraciones de seguridad más importantes en la historia de Estados Unidos.

Hace tiempo que se habla de la necesidad de crear un marco legal que proteja los datos personales vertidos en Internet, discusión que las crecientes filtraciones han venido a avivar. Que los gobiernos no sólo de Estados Unidos, sino de prácticamente todos los países del mundo, tienen acceso a datos que eventualmente  pueden ser utilizados contra el ciudadano, es un secreto a voces. Esta semana, sin ir más lejos, una mujer iraní fue condenada a once años de prisión por enviar mensajes en Twitter considerados insultantes para el emir y por llamar a derrocar al régimen kuwaití desde su teléfono celular.

En sólo un par de días, más de 100.000 internautas se unieron a la campaña "Stop Watching Us" (Dejen de vigilarnos), que pide al gobierno estadounidense que no siga controlando el uso de Internet.

En este contexto, no puedo sino pensar en aquello que escribió Isaac Asimov en su libro Los Límites de la Fundación, publicado en 1984,  antes del boom de Internet y de la generalización de los teléfonos celulares: "Me parece, Golan, que el avance de la civilización no es más que un ejercicio en la limitación de la intimidad".