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Jueves, 25 Octubre 2012 23:21
Alejandro Sotelo

Del empleo al trabajo pasando por la chamba

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Manuel y el carro
 
Tiene aproximadamente dos meses que Manuel regresó a chambear a la Ruta 34. Estuvo "desempleado" mucho tiempo. Desempleado entre comillas puesto que estrictamente se puede considerar que nunca ha tenido empleo. Dejó el micro por problemas de salud, lo operaron de la rodilla y también tuvo salmonelosis, enfermedad que lo mantuvo en cama durante semanas. En esa época la cosa se puso fea: la mujer lo dejó, la hija resultó embarazada por segunda ocasión y tuvo un problema con sus compadres, a tal grado que se agarraron a golpes afuera del edificio en donde viven. Lo crítico del asunto es que a través de estos compadres es que podía chambear, de ellos dependía que saliera en el primer rol de camiones en la mañana o que se quedara varado sin poder trabajar hasta cinco horas en la base de Castillotla.
 
Una jornada laboral en el micro inicia a las 4 de la mañana aproximadamente, cuando se levanta a calentar el carro, se prepara algo de desayunar y va hacia la base en donde hace fila para entrar en el rol de las primeras vueltas. Aproximadamente a las 5 inicia la primera vuelta; su ruta siempre ha sido la que va de Castillotla a Volcanes; ya había trabajado en el micro varios años, casi 15, con intervalos de meses e incluso años inactivos; por lo tanto ya conoce las mañas para conducir, cobrar, dar cambio, solicitar al pasaje "recórrase para atrás, que hay lugar", negociar con unas monedas con la checadora de la 11 y la 105 para que le condone los 4 minutos que se retrasó porque le tocó un tráiler en el periférico, verificar que el de la unidad 70 y tantos no lo queme, o que no lo pare una patrulla. Esto y mucho más es su pan de cada día hasta la media noche, que regresa a casa no sin antes haber pagado la respectiva cuota al dueño del micro, llenado el tanque de diesel y revisado que no haya ningún desperfecto en la unidad que le impida trabajar al otro día.
 
 
No es necesario mencionar que la paga neta que se lleva al final de la jornada no nada es remunerativa a comparación de las casi 17 horas de trabajo en las que se las ingenia para llegar a tiempo a las bases y así ingresar a los roles y no quedarse sin vueltas. Hay que negociar con los otros choferes, con el dueño del carro, con los checadores, con los agentes de tránsito, pasajeros, automovilistas, mecánicos y otros personajes que intervienen en su trabajo.
 
 
Se puede decir que conducir un microbús de la ruta 34 es el trabajo más "normal" que Manuel ha tenido. Aprendió de los carros con su papá, a quien le ayudaba a cambiar los muelles y ejes de otros autobuses. Sin embargo, en el barrio y con la banda, aprendió otras cosas. En primer lugar, a valerse por sí mismo, a defenderse y luchar en contextos de violencia. De niño se pintaba de payaso y echaba pelotas en las esquinas o hacía sketches en rutas de transporte público. Después de la secu, con los amigos pasó del desmadre a asaltos menores a transeúntes. Bebían, se drogaban y salían a la calle "a ver qué jalábamos"; conforme crecía llegaron los hijos y otras responsabilidades pero no la estabilidad económica. Trabajó en una maquila un par de años, pero simplemente no veía seguro nada: no tenía prestaciones, seguro, antigüedad... ni siquiera un contrato. Empezó a trabajar como checador y cobrador en diferentes rutas de micros, luego fue copiloto de un compadre con el que conoció a unos comerciantes de autopartes quienes le conectaron con empresarios. Poco a poco se insertó en el mundo empresarial como guarura; llegaba a casa con Hummers, Porsches, Audis y otros autos lujosos. Nunca dejó el contacto con su compadre, quien a la larga lo insertó como chofer de una ruta. Durante varios años, al mismo tiempo que manejaba el microbús, en los días libres, cuidaba a empresarios y políticos en borracheras monumentales en las que corría la cocaína, prostitutas y alcohol al por mayor.
 
 
Con la confianza llegaron otros trabajitos; no me lo dice directamente aunque suelta palabras como "asuntos de armas", "calentaditas" y "otras chambitas" que le encargaban los patrones y que le dejaban "muy buena lana". Él mismo acepta que el dinero proveniente de esas chambas, se va como llega, incluso con el mismo riesgo con el que llegó; y así fue, un día no sólo se le terminó el dinero que había ganado con las chambitas, las deudas aumentaron cuando lo interceptaron con armas en un automóvil y tuvo que soltar una gran suma de dinero para no terminar en el reclusorio. Se endeudó y quedó con menos de lo que tenía, además de que las aguas andaban turbias, por lo que tuvo que alejarse del nego durante unos meses, en los cuales vino la operación de la rodilla y la avalancha de problemas antes descritos.
 
 
Actualmente, su único sustento es el micro. Si se descompone, si lo detienen y se lo llevan al corralón, si no cubre la cuota, si tiene problemas con los checadores, si el padrino de la base no recibe su parte, si no pasa la verificación, si sigue fallando la marcha... Manuel se queda sin trabajo.
 
 
Hace unas semanas su chalán se enfermó; Manuel tuvo que trabajar 15 días seguidos sin descanso, a fin de cubrir sus vueltas y no quedarse varado una semana sin chamba. Quién sabe si las chambitas regresen cuando las aguas se calmen, lo único seguro es que cuando yo me levanto a las 5 para pasear al perro, Manuel ya está en el micro persignándose; cuando estoy a punto de dormir casi a media noche, Manuel apenas está estacionando el carro después de un día de trabajo.
 
Alfredo y el paquete "Todo para su fiesta"

Originario de San Miguel Canoa en las faldas de la Malinche, Alfredo es padre de dos niñas menores de 10 años de edad. Se puede decir que nunca ha tenido empleo, sin embargo trabaja 7 días a la semana, durante casi todo el año.
 
Su mejor y más práctico gancho de trabajo es lo que él denomina como "Paquete todo para su fiesta". Si Usted, estimad@ lector@ es un canoense y está a punto de celebrar unos inolvidables XV Años, Alfredo toma la fotos, edita el video, diseña e imprime las invitaciones, pone el arreglo de globos, flores, centros de mesa, cañón de humo, pantalla con videos, arma las coreografías de los Vals y bailes modernos, con su esposa y cuñada confecciona el vestido de la quinceañera y los chambelanes y con su compadre instala las luces y sonido puesto que también es dj, de tal manera que mezcla las canciones para los bailes.
 
La sala de su casa está llena de monitores de computadoras, impresoras, tripiés, bolsas con globos, un plotter, cámaras viejas, cañones de humo, bocinas, tela, flores y muchas otras herramientas de trabajo que ha ido adquiriendo a lo largo de una década. Inició con su hermano mayor como ayudante de un tío que se dedicaba a tomar fotos en fiestas. Obtuvo su primera cámara en la secundaria, cuando aprendió a editar fotos en el taller de computación en la escuela. Migró a Nueva York durante dos años, en los que consiguió el dinero suficiente para comprarse una casa, una reflex y una computadora de escritorio con la que inició su propio negocio. Al principio solamente tomaba, editaba e imprimía las fotos que sacaba los fines de semana en las fiestas del pueblo. Poco a poco incorporó otros servicios: video, música, arreglos, coreografías hasta que consolidó el "Paquete todo para su fiesta".
 
De lunes a viernes se traslada a la ciudad de Puebla en donde toma cursos de computación con edición de audio y video. En las tardes regresa a Canoa para preparar las cosas de los eventos que tiene el fin de semana o para editar los pendientes de los eventos pasados. Antes trabajaba en una maquila de ropa en Tlaxcala, sin embargo no le daba tiempo con la edición de las fotos y videos de los eventos que cubría durante los fines de semana. Llegó un momento en el que las fiestas se convirtieron en su principal fuente de ingresos.
 
En este momento tiene cubiertos los fines de semana de aquí a los siguientes 8 meses entre bodas, XV Años, bautizos y otros eventos sociales. "...cuando me preguntaron si podía hacer el vestido le dije que sí para no quedar mal, entre mi esposa y mi cuñada lo hicieron, medio mal el primero (risas) pero de ahí se pusieron a practicar y hacer otros vestidos hasta la fecha, que ellas se encargan de eso". Su compadre tiene un sonidero en Canoa; él, junto con otros vecinos y compadres se rentan o prestan las bocinas, estructuras, luces, cables, camionetas y hasta los chocomiles (jóvenes que trabajan como ayudantes en los sonidos) y a su vez, este compadre le facilita a Alfredo el servicio de luz y sonido para las fiestas; al final se reparten las ganancias.
 
Alfredo edita, recorta, pega, mezcla, confecciona, baila, baja música, imprime... trabaja de lunes a domingo. Los fines de semana la jornada puede terminar a las 6 de la mañana de una fiesta que inició como a las 9 del día anterior. Es optimista porque tiene cubierta la chamba de aquí a ocho meses. Dice que está cansado, pero es lo único que tiene para "sacar adelante a la familia".