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La Regla 18

Lunes, 10 Junio 2013 22:29

La única obligación

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Recibir una convocatoria para representar a tu país por medio de la selección nacional, con el objetivo de enfrentar una batalla dentro del rectángulo verde se entiende únicamente como halago. Halago a las cualidades técnicas y emocionales que te posicionan en una situación que acusa al compromiso, al compromiso que da pie a la obligación que reclaman las costumbres del grupo y al convencimiento individual.

Obligación y convencimiento. Ambos factores de relación costo-beneficio.

La obligación inicia en defender los colores de México como sacrificio en cuerpo y alma, consciente o inconsciente, con tal de conseguir siempre el propósito de la victoria.

Y en el proceso la lleva implícita. La obligación como un cúmulo de responsabilidades ecuánimes y necesarias con el fin de respaldar el proceso y los ideales de un grupo determinado. La obligación no sólo de representar, sino de trascender, y trascender con fundamento en resultados favorables, no en estética de juego. El buen juego da cabida a los buenos resultados. Ambas importantes, una esencial.

Y termina cuando el equipo mexicano supera con amplia ventaja un hexagonal en el nivel de competencia que comprende la confederación que gobierna el fútbol en la región, el cual otorga tres boletos directos al Mundial y deja uno abierto a disputarse en una repesca.

Es lo que supone el defender el verde, blanco y rojo: situarse en el Mundial en un trance relativamente cómodo al albedrío del compromiso, aunque ya situado, todo el mundo deje de confiar. Es a lo que nos tienen acostumbrados, lo que algunos calificarían de veredicto. No hay título de por medio, sólo el apropiado cumplimiento de la obligación. Nada más allá.

Obligación que no es sinónimo de presión. La presión existe cuando las condiciones son adversas para salir avante de una situación determinada, la obligación existe cuando se presenta el escenario contrario. Y en esta realidad, absurdo sería no exigir superar con contundencia a un rival con un nivel técnico inmensamente inferior al tuyo.

Y es fútbol y son circunstancias, pero los mexicanos estamos incómodos porque la selección pareciera, se ha empeñado en adecuar las circunstancias a lo insólito y a aplazar con actuaciones de infortunio lo que según, debería de contemplarse como un simple trámite.

La derrota o el empate suscitan las condiciones de animadversión.

El aficionado busca culpables, voltea a ver las promesas, demanda el compromiso y demanda la obligación, siempre desafiante. El jugador sentado en sus laureles, se burla del compromiso y se burla de la obligación, siempre sutil.

Ambos coinciden en la ilusión, sonríen crédulos, pero denotan inquietud.

Inquietud que el jugador traduce en sufrimiento, aún en un ambiente adecuado, con el respaldo de la cansada afición y a costa de la olvidada obligación.

Inquietud que el aficionado traduce en resignación, hacia actuaciones vergonzosas y anotaciones inverosímiles pero intrascendentes.

Sin embargo la victoria serena al mexicano, la bilis desaparece, la comodidad regresa a reinar el ambiente insalubre de la cotidianidad mexicana. Todo sigue como siempre.  El análisis parte de la victoria y se olvida del trasfondo.

 Sale a relucir la frase del escapismo: “Lo que importa es la clasificación”.

Y mientras no reclamemos lo que en capacidad técnica nos puede brindar una selección un cualidades individuales sobresalientes y con un juego en conjunto que vaya más allá del conformismo, así como con el ánimo de realizar cosas fuera de lo ordinario, fuera de la comodidad de “solamente” clasificarse a la Copa del Mundo y reinar torneos de la zona que comprende la CONCACAF, la obligación no va a comprometer mayor trascendencia en el fútbol de alta jerarquía en el mundo.