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Que bonito es el fútbol cuando se juega a ofender, sin miedo y con convicción.
Hace una semana el equipo del Puebla aun denotaba desasosiego y desconfiaba de las cualidades individuales que afectaban el juego en lo colectivo. Parecía que jugaba por jugar, y teóricamente, se juega para ganar.
La dimisión de Manuel Lapuente como Director Técnico del equipo de la Franja, parece hasta ahora, vino a beneficiar al espectáculo y por ende el resultado. El Puebla muestra ganas, ganas de ofender y vaya que la consecuencia es alta a la vista.
El rival, apartado del mal momento que atraviesa en su fútbol, tenía obligación de conseguir la victoria a costa de cualquier condición. El equipo poblano, por su parte, obligado a convencer y ganar.
El Puebla, finalmente encontró la fórmula que ciertamente no supone gran complejidad, sino todo lo contrario. En primera instancia, iniciar convencidos tácticamente de un fútbol ofensivo, en segunda concretar oportunidades, y en tercera, defender de la única forma que garantiza no recibir un gol en contra, con el balón.
Romano mostró una lectura de juego que hacía efectiva su respuesta ante lo que reclamaban las condiciones del partido en su transcurso. Fue objetivo e hizo lo que tenía que hacer: Cambios tácticos y dar instrucciones que los jugadores mostraron disposición a cumplir. El rival, consumido en su papel de víctima, no quiso o no encontró la manera de responder. Lo brillante, fue ver a un equipo cambiar radicalmente postura táctica y desarrollarla cerca de la perfección.
Lo que sigue es trabajar en la consumación de esa forma para lograr objetivos a corto y largo plazo. Permanecer convencidos, pero sobre todo, comprometidos.