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En una ciudad de Guanajuato que extrañaba, sólo por jerarquía, estar en lo más alto. Y quizá también, porque creían en las capacidades de un equipo al que Gustavo Matosas le ha enseñado a jugar en esencia al fútbol. La fiera tan fiera. Hace lo que tiene que hacer. Toca, marca y gana, bien y bonito. Sobresale en primera división. Fútbol mexicano, pero ya es cosa.
Un estadio lleno que no condiciona nada. Sólo están, porque quieren estar. Por que noventa minutos son suficientes. Porque ver jugar al León es una fiesta.
Parece, va más allá de lo técnico y lo táctico. Prevalece lo emocional. Unifican los elementos que los conducen a la victoria y convierten su estadio en una fortaleza. La fiesta se vuelve costumbre y da pie a la alegoría.
En la cancha bien y en la grada de buenas. Juego ofensivo, ordenado y por momentos espectacular. Apoyo absoluto.
Luego visitan e imponen. Se convierten en ejemplo. Son ya referencia.
El León ruge y hay varios asustados.
