Monday, 20 de May de 2024

El Puente Romano

Viernes, 28 Junio 2013 07:22
Juan Carlos Fernández

Mi niño de Morelia: Lázaro (2da parte)

Por :
  • Imprimir
  • Email

Columnas Anteriores

LA SEMANA PASADA

Hace unos días les narre la primera parte de la historia de Lázaro Mena, uno de los 456 niños españoles cuyos padres tuvieron que separarse de ellos para que libraran la muerte y sobrevivieran a la guerra en una ciudad  muy lejana, llamada Morelia, donde el Presidente Lázaro Cárdenas los acogió.

Conté con más detalle el viaje Barcelona-Burdeos en tren, Burdeos-La Habana en el “Mexique”, para solo ver a los buzos recoge monedas del malecón y de ahí a Veracruz.

El MEXIQUE HA LLEGADO

Lázaro como seguramente todos los niños ha quedado impactado a pesar de mareos y malestares, en Veracruz lo recibe una multitud de gente. Soldados, banderas, porras, pancartas. Imaginen el poder presidencial en este país en 1937. Seguro tiraron todo por la borda.

“Parecía un 15 de septiembre“, recuerda el niño Lázaro que hoy ocupa un cuerpo de 87 años. “La migraña del barco me persigue hasta la fecha”, “Es psicológico, es el efecto de que me arrebataron mi familia”.

Unos días antes de llegar a la tierra de Agustín Lara los más grandes dice Lázaro, ya nos habían dicho que íbamos hacía Morelia. Piensa el que esto escribe que ninguno de esos niños tendría ninguna idea de que era ni donde estaba la antigua Valladolid.

Los niños llevan 15 días separados de su familia, no tiene idea de que serán décadas. Lázaro está emocionado y hace retrospectivas en lo que nos cuenta. Evaristo quien me acompaño y fue mi contacto se queda pasmado al igual que yo cuando  el niño Lázaro nos cuenta que ninguno de los pequeños pasajeros del Mexique era huérfano, todos cargaron la losa de tener muy lejos a sus padres. No imagino a las 456 madres, rezando 24 horas diarias.

KILÓMETROS Y KILÓMETROS DE VÍAS

En Veracruz no conocieron “La Parroquia” o su similar de aquel tiempo, solo pasaron del barco al tren, el nuevo “Mexique” que ahora en lugar de mares cruza vías y poblados entre Veracruz, Puebla y la Ciudad de México.

El maestro Sabina asegura que los trenes antes eran “Animales mitológicos que significaban la huída la fuga, la libertad”. Nunca como ahora, y la vida agregaría yo.

Gran algarabía hay en la estación Colonia. El punto ferroviario de la Ciudad de México, donde hoy se ubica el “Monumento a la Madre” a unas calles del Ángel de Reforma, el gran centinela de la vida capitalina.

Lo mismo que en el Puerto, gran acogida a los niños de España. Algunas familias piden a gritos adoptarlos ahí mismo. La colonia española de la capital acude emocionada a recibirlos

Lázaro jamás imagino que en el contingente humano que tenía enfrente había una niña determinante en su vida. A Tere la ha llevado al evento su papá y desconoce al niño de Morelia, que algunos años después acompañará para siempre. “El matrimonio debe ser uno y para toda la vida” sentencia el catalán-moreliano-poblano.

En la estación después del algarabío viene el último tren destino final: Morelia, por ahora.

En Morelia son instalados en dos internados uno de “niños” y otro de “niñas”. En el de las niñas jugaban y comían los “niños”, y para la merienda los regresan al suyo para que duerman en galeras de tipo militar, que eran quienes tenían la custodia de los colegios, por encargo del mismísimo Tata Cárdenas.

Los dos primeros meses de Lázaro en México los pasa hospitalizado, reumas con un origen en las anginas le impiden caminar y anda en silla de ruedas por todo el Hospital Español de la Ciudad de México, donde al parecer el Gobierno ha pagado su cuenta.

LÁZARO VS. LÁZARO CÁRDENAS

El General estuvo muy pendiente de sus hijos españoles, “Nos trato como príncipes” dice uno de ellos. Los niños más grandes se llevaban perfecto con él y le exponían sus quejas sin temor alguno cada vez que podían. Alguna vez el Presidente Cárdenas venía a comer de sorpresa. Los cabecillas comían con él, y por encima del personal del colegio, estos ya sabían cuando los visitaría don Lázaro con quienes tenía mucha interlocución.

Ahí le pregunto a nuestro Lázaro: -¿Y nunca le dijiste tocayo? –No, yo era muy callado. Tere su esposa agrega: “Eso le he dicho yo toda la vida, para un Lázaro que vino en la excursión…”.

Sé que había pero nunca tuve contacto con familias españolas de Morelia, donde nos trataron muy bien, pero se nos tenía cierta cautela. Todos éramos hijos de “rojos” y levantamos el puño cosa que a la gente de Morelia, buena y mocha no veía bien.

Lázaro pasa dos años en Morelia, los grados de 5to y 6to de primaria, luego hace el 1ro de secundaria en Zamora, Michoacán y el 2do en Tepic, Nayarit donde ya es el único españolito que está ahí.

En Tepic uno de sus compañeros se unta marihuana con alcohol para un dolor en las piernas. Lazarito nunca había oído esa palabra, tan tristemente común en nuestros tiempos.

En unas vacaciones de 15 días Lázaro es alojado en el hospicio de Puebla, Evaristo  se asombra, pero así era nos dice Lázaro.

En Puebla empieza la tercera  última parte de lo que ahora con emoción escribo…

p.d. La 1ra parte puedes leerla aquí:  http://www.periodicocentral.mx/component/k2/mi-nino-de-morelia-lazaro