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El Puente Romano

Miércoles, 19 Junio 2013 23:52
Juan Carlos Fernández

Mi niño de Morelia: Lázaro

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LA HUIDA

Es el año de 1937 (Algunas publicaciones dicen 1939 pero le creo más a quien lo vivió) España se está debatiendo entre dos bandos y su población entre la vida y la muerte. En algunos periódicos de Cataluña se anuncia la posibilidad de enviar a los niños lejos de la guerra. Muchos padres esperanzados en la sobrevivencia de su sangre toman la durísima decisión de desprenderse de sus hijos para salvarles la vida.

Dos grupos de niños se reúnen en el hotel Ritz de Barcelona, una especie de contingente catalán y otro de los que pudieron llegar de otros lados. Un tren los lleva hasta Burdeos, Francia y de ahí el barco llamado paradójicamente Mexique los trae a la que será, su nueva patria: México.

Niños de entre 13 y 3 años, había uno de dos nos dijo nuestro testigo, hijos de sindicalistas, socialistas o comunistas. “Rojos” el común denominador de los niños, como si a esa edad hubiera  ideologías que se antepusieran al deseo de ser felices que la vida les corto.

EL ORIGEN DE LA IDEA

En una parrillada con amigos les comento de algunas personas que deseo conocer por su vivencia, entre ellas un “Niño de Morelia”.  –Yo conozco a uno, me dice el Abogado Evaristo López Hidalgo (EVL), -pues échalo que no hay tiempo que perder, le respondo.

Evaristo se convierte en mi socio y tramita el contacto, en esta ocasión por el solo hecho de darme el gusto: Acuerda con Tere la señora de Lázaro vernos el lunes 17 de junio en la tarde-noche. Saben a qué vamos y no reciben con afecto y unas cubatas para el calor.

Lázaro Mena, uno de los 456 niños que dejaron a sus padres y abordaron el Mexique no s cuenta su historia.

EL EXODO INFANTIL

Salió en el periódico me dijeron después, iríamos un primo y yo al cual no dejaron alistarse por un problema de salud. Le dijeron que iba a un campamento por una temporada. Nunca imaginó las décadas que duraría el campamento, de estos niños que partieron con la “anuencia” de sus padres. La madre lo llevó de Hospitalet a Barcelona para el largo viaje. Un rato después el padre de Lázaro se arrepiente y regresa, pero la locomotora o más bien la guerra le han quitado a su hijo.

El “Niño de Morelia” que me recibe en su hogar, ocupa un cuerpo de 87 años, pero ante mi tiene los 11 con los que subió al tren a Burdeos, y recuerda el principio de la guerra: Ruido, estallidos, explosiones, caos y gente corriendo. Después días y días de bombardeos.

Lo que seguro fue un ajusticiamiento de un bando a otro este niño lo redacta como: “Me toco ver colgados”, ELH y yo enmudecimos.

EL MEXIQUE

El barco era inmenso cuenta y en él venía el Barcelona F.C. a jugar a México. El pequeño Lázaro vomito cada hola de los 15 días que duró el viaje. Fatal lo paso en altamar, el dolor de cabeza y la migraña lo acompañan hasta nuestros días. Seguramente es la secuela del campamento eterno más que la del barco.

La magnitud de una tormenta hizo que la tripulación eligiera de entre los 4 pisos del barco, el sótano para proteger a los futuros morelianos. Oscuridad, hacinamiento y una mezcla de miedo o incertidumbre acompaña a los pequeños pasajeros del gigante que navega.

El niño Mena se puso tan malo que lo subieron a un camarote para la atención médica. Por alimentos no había problema nos dice, pero yo estaba tan jodido que no comí nada. Nos  cuidaron profesores desde Barcelona hasta Morelia y nos trataron como reyes.

Al principio vimos La Habana, pero ironías de la vida, un barco de infantes “Rojos” no pudo desembarcar ahí en el 37, como cambian los tiempos. Solo vimos a un grupillo de niños mulatos que se aventaban al fondo del mar por monedas, tipo el malecón veracruzano.

Al llegar a Veracruz el impacto de la multitud es tremendo nos dice, parecía un 15 de septiembre.

Hasta aquí la primera entrega de mi niño de: MI NIÑO DE MORELIA: LÁZARO

Mi tweet es @fernandezmuniz8