Saturday, 18 de May de 2024

Conejo cobarde

Por Yonadab Cabrera / /

Pensé que eso solo pasaba en las películas de terror, pero el miedo es una emoción que todos los humanos llegamos a tener, algunos más que otros. Que terrible esa sensación que invade tu cuerpo, te paraliza, hace que sudes, que se te vaya la voz, que tiembles y pierdas la noción de las cosas, esa sensación que te orilla a aventarte por la ventana, que llores inconsolablemente o simplemente que te desmayes.

Bien dice aquel viejo y reconocido refrán “El miedo no anda en burro” y recordando a Chespirito, a cuántos de nosotros nos ha dado “la garrotera” cuando sentimos miedo, cuando un escalofrío terrible recorre cada parte de nuestro cuerpo y no lo podemos controlar.

Además, hay situaciones que al más valiente de los valientes le causan tanto miedo desde un fantasma, el merodeador (dixit los Picapiedra), una rata, el extraterrestre, el robachico, Chuky, los ruidos, las sombras de los árboles, el silbido del viento, el alacrán, los relámpagos y sabrá Dios cuantas cosas más.

Peor aún cuando la incertidumbre se apodera de ti y sabes que hay algo, que se escucha algo, pero no tienes la certeza de lo que es, si un fantasma, la rata, el merodeador, el alacrán y solo piensas que en lo que sea que es ¡Te matará!, sí ¡Te matará!, no vivirás para contarlo.

Esta historia es verídica, sucedió hace unos meses, por noviembre para ser exacto y mi mamá y yo sabíamos que algo estaba mal, teníamos de esos presentimientos, pero tampoco podía dejar sola a Selene Ríos.

A las 23 horas, de un miércoles frío recibí una llamada sorpresiva, tomé el teléfono “Rayas”.

Yo: ¿Qué anda haciendo Amigholaaaaa?

Rayas:Yona, por favor ven a dormir conmigo, el doctor no está y tengo mucho miedo.

Yo: ¡No manches! Bueno voy para allá.

Colgué. Mi mamá me preguntó lo que había pasado; le expliqué que Rayas, Amighola, Selene o como le quieran decir, me había pedido de favor que me fuera a quedar con ella.

Mi mamá:¿A esta hora? ¿Qué es tan necesario que te vayas a quedar? Ya mejor duérmete y mañana la vas a ver temprano.

Yo: Ay mami, está muy nerviosa y la pobre no va apoder dormir, si es re miedosa. Es más, si no voy a su casa en unos minutos llegará, nos tirará el portón y se quedará a dormir aquí, o estará llamando por teléfono a mi cel, a tu cel y a la casa.

Mi mamá:Siendo así pues vete.

En realidad no sé qué habrá pensado y por qué me dejó ir: si porque creyó que Selene estaba muy loca, o de plano yo me quería ir, el caso es que tomé mi pijama, mi maletita y me dirigí a la casa de Rayas.

Diiiiiin doooooooon, diiiiiiin doooooon (Onomatopeya de timbre de mansión)

Wiky(Onomatopeya de puerta de mansión abriéndose

Me encontré a una Selene muy misteriosa, tapada, camuflajeada, nerviosa y hasta temblando.

Yo: ¿Qué pasad Amighola?

Rayas:Sssshh, no grites, habla en voz baja, corre, ¡Ya métete!

Susurró Selene volteando a todos lados con una severa paranoia.

Yo: Ok, pero dime ¿Qué pasa?

Respondí en voz casi imperceptible.

Rayas:¿No lo escuchas?

Yo: Escuchar ¿Qué?

Rayas:el viento que nos alerta de algo, el viento malo.

Yo:Mmmm ok.

Exacto, hice la misma cara que ustedes han puesto y seguí mi vida.

Cenamos, chacoteamos, vimos tele, reímos, nos coqueteamos como siempre, subimos a las recamaras, nos pusimos las pijamas, nos lavamos los dientes y…

Rayas:¡Yonaaaa! Tú duermes en el cuarto de la niña, ¿Quieres que nos corra el doc?

Yo: No, no quiero que nos corra, pero me da miedo el cuarto de la niña, ¿Ya escuchaste el viento?

Rayas:Ok.

Y entonces nos acomodamos en el cuarto de Rayas, Selene, Amighola o como prefieran llamarle.

Platicábamos mientras nos quedábamosdormidos, ya estaba todo apagado y empezamos a escuchar el silbido del viento que arreciaba, pero además una puerta o algo de madera que se azotaba.

Rayas:Yona, ¿Ya escuchaste?

Yo: Mmmmm ¿Escuchar qué?

Rayas:¡Eso!

Yo:No se escucha nada, alucinas.

De pronto lo escuché, lo había escuchado, escuchaba la puerta de madera azotándose una y otra vez como en una película de terror, veía sombras por todos lados y pensé en que todos nuestros temores se habían juntado para descuartizarnos, desde el fantasma, la rata, el alacrán, la cucaracha, el merodeador y el extraterrestre.

Yo: ¡Vaaaaaamos a morir! ¡Nos van a matar! ¡Ahí está, ahí está el fantaaaaasma!, Dios qué miedo.

Rayas:No seas tonto, no es el fantasma es el ladrón, el laaaadrón que viene a robarse todo. Saltó la cerca electrificada, las varillas, las bardas llenas de vidrios, desactivó la alarma, violó la chapa de la entrada. Correeeeee, correeeeeeee a cerrar la puerta de seguridad del pasillo y la del cuarto, ponles llave ¡Yaaaaaaa!

En ese momento me sentí atrapado en la Habitación del Pánico como Jodie Foster y Kristen Stewart. Madre e hija se encerraron en una habitación de seguridad cuando se percataron de que una banda de ladrones había irrumpido en su hogar.

Para mi colmo, había olvidado mis lecciones de Judo para atacar al merodeador. De en vano vi y repetí tantas veces ese capítulo de Los Picapiedra, cuando un ladrón andaba al acecho, por lo que Vilma y Betty tuvieron que aprender Judo para darle su lección al grito de “Baaaaansai”.

Dios mío, no recordaba los movimientos, el grito de guerra, ni nada, mi mente estaba en blanco. Como pude, corrí a la puerta del pasillo de la segunda planta, puse el seguro, regresé barriéndome a la habitación y le puse llave.

El ruidoera cada vez más fuerte e incesante, pensábamos que lo que fuera que sea estaba más cerca de nosotros, más y más cerca, estábamos al borde del colapso nervioso, de la histeria y un paro cardíaco, cuando Selene recordó algo:

Rayas:¡Ay no mames! Es la ventana del baño que está abierta, corre a cerrarla.

Yo: ¿Estás segura de que es eso? Mejor acompáñame.

Rayas:Sí, estoy segurísima, ya no hay nada que temer, no hay nada.

Pasé saliva, tomé aire, e inicié el camino hacia el baño para lo cual tenía que atravesar un largo pasillo obscuro; sentía que estaba en una de las historias de los Muppets Baby o de los Rugrats, iba temblando y sin poder respirar, casi llegaba al baño cuando el viento empezó a soplar más fuerte y la cosa de madera a azotarse con más violencia.

En ese momento mis piernas me empezaron a fallar, quise correr, gritar, hacer algo, pero me estaba dando la garrotera. Tardé como 20 minutos en abrir la puerta del baño y cuando por fin me decidí, ¿Qué creeeeeen?

¿Qué creeeeeeeeeeeeen?

Sí, vi como se azotaba violentamente la ventana del baño. Me menté la madre una y otra vez por miedoso y regresé a la habitación del pánico con la cola entre las patas.

Moraleja: Tomen clases de Judo, pero que no se les olvide y Los Picapiedra no son buenos maestros.

¡Claro, chinguen al guapo!

 

 

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