A mi manera

Yo sí creo en la gente buena.

- Foto: Rayas
Por Liz Gómez /

Yo sí creo en la gente buena, y sé que ustedes también.

Sé que están ahí afuera, sé que podemos verlos y se trata de no permitir que se vuelvan invisibles.

Los veo en la gente que barre las calles de la ciudad, en los adultos mayores que empacan mis compras en el súper o los que ofrecen servicios de jardinería mientras pedalean un pesado triciclo.

Hay gente buena que carga aun una caja de bolero y, a cambio de poco dinero, deja impecables los zapatos de quienes aceptan sus servicios.

Veo a la gente buena en quienes recogen pet y todo lo que puedan vender después, sí, lo buscan entre mi basura. La veo en los mismos recolectores de basura, no sé si yo un día podría tener el valor que ellos tienen para ese trabajo.

Veo a la gente buena el joven que pasa en las tardes por mi casa vendiendo “elotes, esquites y patitas preparadas, hasta la puerta de tu casa”, en Doña Glo, la señora que desde hace 10 años es parte de mi vida, no sólo limpiando mi casa, sé que ella es casi parte de mi familia.

Esa gente buena está ahí afuera, en los que venden dulces, reparten periódico, en lo que reparten comida o hacen el súper por ti; quienes pasean perritos, esos son divinos.

Esa gente que decidió seguir ganando cada trozo de pan con dignidad y sin joder a nadie, esa es la gente que vale la pena siempre voltear a ver.

Y también hay gente buena en quienes tienen alma de verdaderos seres humanos, quienes son empáticos, ceden un asiento en el transporte a quien lo necesite; quienes ayudan porque les nace, quienes respetan a otros seres humanos y a otras especies animales, quienes saben que toda vida vale por igual.

Y, definitivamente, esa gente buena proviene de buenos hogares, de buenos entornos, lugares que crearon gente “de bien”.

No sé qué tan fácil sea caer en el “Lado Oscuro”, no sé qué tan desesperante sea una situación donde todo parezca arrastrarte a una vida “fuera de la ley”, pero tal vez, sólo tal vez, ellos necesiten mejores entornos, mejores ejemplos. O tal vez no y ya nacieron ‘chuequitos’.

Todos tenemos la capacidad de ser “gente buena”, pero también la tenemos para irnos al otro extremo… todo depende de nosotros mismos, no sólo de la sociedad donde crecimos.

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