Una de las cosas que se aprende cuando se observa a los niños es que la admiración a los buenos de las películas se suele quedar en la fantasía cuando los héroes y heroínas que hacen lo posible por ayudar a los ciudadanos de una sociedad, siempre ganan, y además sobreviven a los peores retos y más inesperados desafíos en los famosos y esperados finales. La realidad es bastante diferente.
Ciertamente, podría ser un absurdo comparar a un político con un héroe de niños, pero también es cierto que aquellos que construyen, proponen y hacen obras de bien para los ciudadanos se convierten en admiración de muchos y a la vez, en envidia de otros.
Lo sorprende es que la envidia desprestigie al nivel del irrespeto, en especial cuando los políticos de este estilo ya se encuentran tres metros bajo tierra o incluso, presos injustamente, y ni siquiera pueden defenderse, es una cuestión de honor, resulta un tanto indignante...pero lamentablemente parece que Gramsci tenía razón al señalar que en cuestiones de política, el enemigo debe ser eliminado.
Que se recuerden las buenas obras de los que intentaron ser héroes entre tantos villanos, que se cuestione, más, se respete, al que realmente hizo por su sociedad, que de villanos está lleno el mundo, y sólo por sus obras podrán diferenciarles, cuando en la vida real no son siempre unos finales felices, que la envidia no condene las buenas obras al irrespeto, esa es la ESPERANZA.
Gracias por leerme.
El hada de Guerra