Wednesday, 22 de May de 2024
Lunes, 21 Julio 2014 00:00

El ataúd blanco en el que regresa el niño José Luis a Chalchihuapan (CRÓNICA)

El cuerpo del niño José Luis Tehuatlie Tamayo arribó a su hogar para su último adiós, el cuerpo del niño muerto por un proyectil de punta de goma de la policía estatal está rodeado de sus familiares, de sus paisanos, de sus vecinos, de flores, de incienso y de los proyectiles que lo mataron

Por : Selene Ríos Andraca/ @SeleneRios , Chalchihuapan, Puebla

El cuerpo del niño José Luis Tehuatlie Tamayo regresa, tras diez lentos y largos días de agonía en un cuarto frío en terapia intensiva en el hospital, a su hogar para su último adiós. Al niño muerto por un proyectil con punta de goma lanzado por la Policía Estatal le llora el pueblo entero en la explanada de San Bernardino Chalchihuapan.

José Luis Tehuatlie está rodeado de sus familiares, de sus paisanos, de sus vecinos, de flores, de incienso y de los proyectiles que lo mataron poco a poco desde esa trágica tarde nueve de julio, cuando la Policía Estatal repelió con gases, proyectiles y macanas a los pobladores de Chalchihuapan que bloquearon la Puebla-Atlixco.

Cientos de pobladores rodean el dolor del pueblo concentrado en un ataúd inocentemente blanco,  inocente como el pequeño de 13 años que muere por cargar una pancarta, que muere por la torpeza policiaca, que muere por la tiranía de un hombre, que muere por cruzar el puente, por estar en el lugar y en el momento equivocados.

Y ese niño, ese niño que no deja de mirar los proyectiles lanzados a quemarropa por la Policía Estatal morenovallista, no los deja de mirar.Mira el ataúd blanco y mira esos proyectiles a los que también les llega el humo del incienso. Ese niño que no deja de mirar a José Luis y a los proyectiles que lo mataron.

Tenues, apagadas, como las escasas veladoras que custodian tímidas el ataúd blanco, las voces de Chalchihuapan ruegan a Dios que los perdone, ruegan a Dios que el dolor se aminore, ruegan a Dios por una resignación pronta, ruegan a Dios por el alma de José Luis, ruegan a Dios por misericordia, ruegan a Dios porque alguien pague esa muerte.

José Luis salió de su pueblo el pasado 9 de julio, ya desmayado, ya casi muerto. Con un agujero en el cráneo que en esos primeros instantes lo hizo temblar, lo hizo palidecer, lo hizo tambalear y lo hizo caer. Con ese orificio en la cabeza que carece de paternidad. Con esa herida encefálica que el Gobierno de Rafael Moreno Valle niega hasta la náusea. Con esa herida mortal que el Gobierno de Rafael Moreno Valle adjudica a un “cohetón”, aunque no haya pruebas de pólvora en los restos del pequeño.   

Once días después, regresa José Luis a su casa pero en un ataúd blanco, contundentemente blanco. Y en Chalchihuapan lloran y prenden velas y le avientan pétalos de rosas y rezan y rezan. Porque no saben qué más hacer.

Ya hicieron café, ya compraron pan, ya trajeron vasos, ya abrazaron a doña Elia Tamayo, ya lloraron junto a los hermanos, ya fueron al Hospital General del Sur. Por eso, ahora rezan, porque ya no saben qué más pueden hacer. Porque no conocen otra forma de ayudar a José Luis más que la fe en que Dios lo acoja en el cielo de los justos.

Todos ruegan. Todos lloran. Todos cierran los ojos y se hincan. Aprietan sus manos, muy fuerte, y constriñen la boca. Le ruegan a Dios que lo ilumine, que allá sí lo proteja.

Pero José Luis ya no los ve. Ya no los escucha.

Su cerebro murió antes que él. Su escucha, su habla, su mirada, murieron antes que su corazón, que su sangre, que sus pulmones. José Luis ya no los escucha.

En Chalchihuapan la desgracia los invade. Al frente de la misa con el cuerpo presente de la primera víctima de la #LeyBala, los niños son los que están en las primeras filas del funeral.

Al fondo de la explanada se aglutina también la gente. En los cuatro puntos cardinales de la Plaza de Armas está la gente mirando el ataúd blanco. Allá en las sombras, junto a la iglesia también lloran y también miran el ataúd blanco.

La madre del pequeño no se asoma. Elia está sumida en un rebozo negro y llora en silencio junto a las flores con la mirada perdida sobre el ataúd blanco donde su hijo descansará en paz.

La madre de José Luis no grita ni hace aspavientos. Llora callada, desde una profunda soledad, desde un dolor indescriptible, desde un páramo donde está más sola que nunca.

Ahí está, contra natura. Un padre no debe enterrar a sus hijos, sin embargo, Elia no tiene más opciones, una #LeyBala le arrebató a su hijo y ahora tiene que enterrarlo. Es la única opción que le dejó este cruento sexenio.

La madre de José Luis es muy pequeña. Parece que va a romperse en cualquier momento, parece que no va soportar otra mirada al ataúd blanco. Pero no, no se rompe. Aún tiene más batallas por delante.

Los familiares de José Luis no dejan de llorar. Y tienen razón. Un niño de 13 años no merecía esta muerte.

José Luis estará aquí, recostado en el ataúd blanco, rodeado de velas, flores, pétalos y proyectiles hasta el martes. Hasta el martes que lo entierren en el ataúd blanco en el panteón de Chalchihuapan.

 

Fotos: Es Imagen y Selene Ríos