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Todas somos putas (Carta a #LadyCoralina)

Por Selene Rios Andraca / /

Querida Emma:

Antes que cierres este texto y sientas las ansias subir por tus manos convertidas en sudor por el hartazgo de ser objeto de burlas o juicios, te pido respires profundo. Todo va a pasar muy pronto. Supongo, estás hasta la madre de que medio país siga hablando de ti y de tus asuntos personales, por eso decidí hacerte una carta no para hablar de ti, sino de mí y de los demás. Podría jurar que te sientes incapaz de abrir el internet y poner en el buscador #LadyCoralina o #LadyCuernos y tendrías razón en hacerlo, por salud mental aléjate del espectáculo de mierda que los mexicanos protagonizaron a razón de tu despedida de soltera.

Decidí escribirte porque gracias a tus fotos y videos en el antro de Playa del Carmen —al cual me encantaría ir—, comprendí que en este país todas las mujeres somos putas por cualquier razón/motivo/argumento/circunstancia: éxito, fracaso, belleza, peso, talento, talla, origen, edad, gustos, preferencias, horarios, religión, personalidad, el largo o corto del cabello, por el largo o corto de la falda…uf y por un muy largo etcétera.

Reconozco que los mexicanos me han avergonzado más de una vez: la primera fue en julio de 2012, cuando más de 18 millones de paisanos le dieron su voto a Enrique Peña Nieto. La segunda fue cuando miles y miles de personas salieron a marchar para frenar el matrimonio igualitario y para defender la familia tradicional; la tercera, cuando te apedrearon, te escupieron, te orinaron, te gritaron puta, golfa, zorra, casquivana por despedir tu soltería como se te dio tu chingada gana. 

La tarde que pasé leyendo en las redes sociales los comentarios sobre ti, una imagen llegó a mi cabeza: Cersei Lannister en su larga caminata de la vergüenza por Desembarco del Rey para expiar sus pecados de ‘fornicación’ y ‘adulterio’. La reina madre camina desnuda desde el Septon hasta la Fortaleza Roja mientras una multitud la apedrea, la escupe, le arroja mierda, miados. Un hombre se le para enfrente y le grita que le ‘mame la verga’. De la icónica escena de Juego de Tronos, lo que más me llama la atención es la ira y el odio de la gente que siente el derecho de juzgar, de culpar y de lastimar al otro.

Entonces pienso en los hombres que con la fatalidad de 120 caracteres, celebraron la humillación de la que eras víctima; en las mujeres que con la facilidad de sus redes sociales aplaudieron tu linchamiento para depurar su propia imagen, para sentirse pías e impolutas.  

Hombres y mujeres enarbolaron el discurso misógino para bulearte hasta el cansancio, a ninguno se le ocurrió pensar en tu cara de horror al enterarte que tu video estaba en la red, en la reacción de tu prometido, de tu familia o de tus amistades. Nadie se detuvo a pensar en lo que ha hecho en la intimidad de su casa, en el desmadre de la fiesta, en el calentón del momento, en el blackout de las perlas negras.

Ninguna se atrevió a recordar sus propios pecados: cuando se encerró con alguien en el baño; la vez que se fajó al novio de su mejor amiga; cuando se enamoró de alguien más en la oficina; cuando se acostó con otro por despecho, por alcohol, por desmadre, por gusto, por placer.

Ah no. Las miles de mujeres que escribieron en tu contra quisieron dejar en claro que son ‘diferentes’, que sí tienen vergüenza, que sí son fieles; que ellas, a diferencia de ti y de mi —y de otras miles y miles de mujeres— no son putas ni golfas ni zorras.

—Quizá crean que alguien leerá sus comentarios machistas y dirá, esa es una mujer de verdad; esas son viejas no chingaderas; ah mira esa muchacha escribe así de #LadyCoralina porque ella nunca haría algo así… Qué hueva, la verdad—

Detrás de toda la mierda que te arrojaron, están ellas. Equivocadamente creen que descargándose sobre ti, sus propios errores quedarán ocultos.

Ellos, ellos también te atacaron sin misericordia. Se sintieron más ofendidos que tu prometido. Algunos sugirieron que la humillación, el escarnio y hasta la propia muerte eran las alternativas para cobrarte tus chingaderas de besar a un güey en tu despedida de soltera. Ay cabrón. 

¿Con qué derecho tú Emma puedes irte de fiesta con tus amigas al antro, con ese bikini que te queda tan bien y encima de todo, besuquearte a ese morro?

¡Saquen las antorchas… quemen a la puta!    

Ellos, los principales consumidores del mercado de carne, se atrevieron a opinar sobre tu decisión de echar desmadre en un antro de playa. Ellos que celebran sus despedidas de soltero donde se les pega la gana sin que algún macho ofendido o amigo cabrón lo grabe para subirlo a las redes para salvar a la ingenua novia.

¿Has visto algún video de un hombre besando a una, dos o tres o cuatro mujeres en su despedida de soltero y cruzar la caminata de la vergüenza en las redes sociales?

Yo tampoco.

¿Existe algún antecedente de hombres y mujeres crucificando públicamente a un muchacho porque en su despedida de soltero se fajó a la más buena del antro?

No lo encuentro.

La turba enardeció en tu contra y no se percató que reflejó más de sí misma que de ti.

Te repito, me avergüenzan muchos de los ciudadanos de este país que no entienden dónde están parados. Me enardece que las mujeres sean las principales voceras del discurso machista cuando México es uno de los países que forma parte del G20 por la desprotección al género, después de India, Indonesia, Arabia Saudita y Sudáfrica.

Según datos del INEGI (los reportados hasta el 2015), en México son asesinadas 7 mujeres cada 24 horas en distintos puntos de la República y la tasa de feminicidios la encabezan Estado de México, Guerrero, Chihuahua, Ciudad de México, Jalisco y Oaxaca.

Emma, no es la primera ni la última vez que alguien te dirá puta, zorra o similar. A mí también me lo han dicho más veces de las que quisiera reconocer, pero eso no tiene que definirnos.

Emma, no es la primera ni la última vez que alguien te juzgará sin entender el contexto. Supéralo, la ignorancia de la gente es infinita.

Emma, sigue disfrutando la vida y el Coralina y las despedidas de soltera y las fiestas y lo que venga, que a veces vida es lo único que falta.

Con cariño,
Selene Ríos.  

 

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