Friday, 19 de April de 2024

Cáncer: La Sentencia

Por Betzabé Vancini / /

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Hace aproximadamente seis meses diagnosticaron a mi papá con cáncer, linfoma de células del manto. Una tipo de cáncer engañoso que crece lentamente y mientras no te das cuenta va haciendo raíces en los ganglios y de esta manera se extiende. Evidentemente, el diagnóstico de mi papá nos llenó a todos de incertidumbre y de miedo. Y es que el mero diagnóstico del cáncer se convierte en algunos momentos en una especie de sentencia de muerte.

En los años que llevo dedicándome a la psicoterapia, he trabajado con muchos médicos de diferentes especialidades, entre ellos, oncólogos. Dar la noticia es la parte más difícil para ellos, pero para la familia y el paciente la verdadera batalla viene después, cuando empieza la quimioterapia, cuando hay que hacer sacrificios económicos para pagarla y cuando hay que tener esperanza en algo al enfrentar una enfermedad que no tiene palabra.

Las familias suelen dividirse: los que cuidan y los que se alejan. Los que optan por tratamientos alternativos y actos de fe para evitar que la quimio disminuya la calidad de vida del paciente y los que quieren apegarse al tratamiento hospitalario al pie de la letra. Pero lo cierto es que, aún con todos los tratamientos médicos o alternativos del mundo, la amenaza de muerte sigue ahí, sin importar si se diagnosticó en etapa 1 o en metástasis. Frecuentemente, en la familia –y el mismo paciente oncológico- desarrollan una necesidad casi compulsiva de revisar todo artículo en internet, medicamentos, síntomas y efectos secundarios, estén en páginas médicamente arbitradas o no.

Frecuentemente, el paciente oncológico pasa por una especie de duelo: siente enojo porque su vida como la conoció parece terminar y porque parecen perder su independencia. Experimentan una profunda tristeza por ver algunas de sus capacidades físicas mermarse y más aún cuando alguna parte del cuerpo tiene que ser amputada. Las consecuencias de la quimioterapia como la caída del cabello, el cambio en el color de la piel y la pérdida de peso producen en el/la paciente un doloroso cuestionamiento de su identidad cada vez que se ve en el espejo: “este/a no soy yo”.

Pese al desgaste económico, es importante que la familia y el/la paciente consideren algún tipo de acompañamiento psicológico. El enfoque que suele funcionar mejor es el de la logoterapia, pero el enfoque existencialista suele también tener un buen impacto en la aceptación de la enfermedad y en la adaptación a la vida en el curso del tratamiento. Algunos hospitales y clínicas ofrecen grupos de apoyo gratuitos para pacientes oncológicos y familiares. Es muy buena idea considerar estas opciones.

En el caso de mi familia, seis meses después del diagnóstico “ya vamos de salida”, no obstante, aún nos queda un largo camino por recorrer en cuanto a tratamientos de refuerzo, tomografías y revisiones médicas periódicas para asegurarnos que el cáncer está en remisión. Quizá nunca volvamos a tener la tranquilidad de cuando la salud era una certeza, no obstante, me siento profundamente agradecida de poder haber vivido con mi papá este proceso en el que, para hacer justicia, en muchos momentos él fue más optimista que yo y tuvo siempre el ánimo arriba y toda la confianza en que se iba a recuperar. Mantener esa actitud aún en los días de náuseas, mareos y malestar general, no es nada fácil.

He empezado a trabajar en un proyecto de hacer un grupo de terapia sin costo para pacientes oncológicos y sus familias. Algo que nos ayude a saber que hay muchas personas pasando lo mismo y que el mundo no se acaba ahí, sino que es una constante invitación a resignificar la vida. 

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