Friday, 19 de April de 2024

Diviértase en la vida, sea profesor (y de prepa)

Por Rolando Ochoa Cáceres / /

panza identifi

La gente a menudo me pregunta si ser profesor es un trabajo de verdad. Siempre hacen comentarios maravillosos como: “tienes todo el tiempo del mundo para hacer tus cosas”, “la cantidad de dinero que ganes depende de todas las horas del mundo que tomes”, “has de tener como dos horas de comida”, “si eres profesor ¿por qué no vas al gimnasio?” O el clásico, “eres profesor porque no pudiste hacerla en tu carrera”.

Bueno, qué mas da. Uno tiene que vivir constantemente con ese tipo de opiniones que de una o de otra manera resultan divertidas. En principio hay que reconocer que ser profesor de preparatoria es también un deporte extremo, de alto riesgo, que necesitamos un canal tipo ESPN donde el auditorio pueda ver la cantidad de proezas que día a día logramos. Somos desde un equipo de salvación por el inevitable “rescate de alumnos” hasta motivadores en potencia. Pepe Guardiola debería tomar clase con nosotros o cualquier director técnico del futbol mexicano. Sería sumamente divertido también un show de televisión estilo Big Brother pero para los docentes. Nos imagino como todos los días, llorando y sufriendo porque algún alumno va mal en sus materias y hemos hecho hasta lo imposible para apoyarlo, o comiendo como desesperados porque estamos calificando, o bebiendo café como enajenados porque nos desvelamos contestando mensajes hasta de padres de familia. Imagino también nuestras charlas entre profesores: ¿cómo te fue en tu clase? Y la respuesta clásica: “bien pero creo que estoy a borde del colapso”. La audiencia no cesaría de reír y de sufrir.

Cuando los futbolistas caen y dan veinte mil vueltas en el pasto porque según una piernita tocó su pantorrilla, no quiero imaginar si se enfrentara a un alumno que le avienta plastilina en la cara o el clásico “sáqueme del salón” o el grandioso y fabuloso “nos vemos en la evaluación docente” sin hablar de los snaps y memes que hacen de uno día a día.

Así que, efectivamente, ser profesor de preparatoria es un deporte extremo, de alto riesgo.

Cuando me dicen que siendo profesor implica que tengo todo el tiempo del mundo para mis cosas no tienen ni la más mínima idea de lo que dicen. Uno como profesor no nada más se lleva trabajo a la casa, se lleva trabajo para todo el día, para cualquier lugar y para cualquier momento. Yo puedo salir a caminar mis dos horas diarias pero mientras voy escuchando mi música por lo menos cada canción se ve interrumpida por un “profe, ¿qué era de tarea?” o “profe, ¿el trabajo es para mañana?”, o “profe, ¿cree que pueda faltar mañana?” o “profe, mi novia me cortó ¿qué hago?” o “profe, ¿qué tipo de música le gusta”? o “profe, ¿qué puedo estudiar como carrera según usted?”.

Entonces uno tiene que contestar al mil por hora porque si no se contesta con la suficiente rapidez comienzan los comentarios de “el profe está de malas” o “siempre está de amargado” o “ya no nos quiere” o “seguramente el otro grupo es su favorito”.

Cuando salgo de la escuela donde imparto clase surgen los mensajes. Cuando voy manejando surgen los mensajes. Cuando estoy comiendo surgen los mensajes. Cuando voy a tomar mi café en las tardes y empiezo a leer mi libro de momento empiezan los mensajes. Cuando voy de regreso a casa, surgen los mensajes. Cuando estoy por bañarme, surgen los mensajes. Cuando me baño, mensajes. Cuando me visto, mensajes. Cuando me acuesto, mensajes. Cuando sueño, mensajes. Cuando despierto, mensajes... Y no, no son los mensajes de Luna o de mis adorados hermanitos. ¡No! Son mensajes de mis alumnos ávidos de tantas respuestas. Aquí hace falta agregar que también cuando uno está calificando se acumulan los mensajes.

Siempre, en todo momento, mensajes de mis alumnos. Así que, sí, podremos tener como profesores todo el tiempo del mundo pero es todo el tiempo para nuestro mundo que son esos pequeños adolescentes extravagantes, divagantes y amorosos.

No voy al gimnasio porque todos los días cumplo con mi rol deportivo de ser profesor de preparatoria.

Hay momentos memorables. Con la tecnología actual uno puede inundar a los chicos con harta información pero sucede que la información o avisos escolares no son tan llamativos para ellos, hasta he pensado en hacerlos tipo meme pero siento que sería un fracaso rotundo. Por ejemplo, uno pone en la plataforma “ X tarea es para mañana y tienen hasta las 10 de la noche para subirla” y no falta el chico que pregunta “¿es hasta las 10?”. O cuando uno pide unas veinte veces que al terminar la clase dejen el salón limpio y cuando te das cuenta hay como una gran montaña de frutsi, coca cola, tortas de milanesa a medio comer, una mochila morada, unos lentes hipsters, una patineta y casi casi hasta el mofle del auto. Y bueno, uno anda en los pasillos con una bolsa negra tamaño familiar con toda la montaña de dejadeces dispuesto a llevar todo a dirección. Y, clásico, no falta el alumno que pregunta “profe, ¿no vio mi mofle?” (ja) Ok, estoy siendo exagerado pero es que es así.

No hablemos de la entrega de calificaciones. “Oye, Pedrito, reprobaste matemáticas” y pregunta “¿por qué, profe? Y el profe contesta “porque no entregaste esto, esto y lo otro” y Pedrito responde “¿teníamos que entregar algo? ¿es neta?"

En la escuela donde trabajo hay casi casi hasta una estatua al mandamiento “NO DEBES USAR TU TELÉFONO EN HORA CLASE” y terminamos todos los días acumulando celulares porque “no sabía” o “es que mi mamá me habla y si no le contesto me va a matar” (cuando la mamá sabe que está su beibi en el salón). La escuela por las tardes puede convertirse en la competencia de la plaza de la computación o de cualquier Apple store.

No falta el arrebatado “Tienes cero porque no llegaste al examen” y de repente desaparece del salón y cuando pasas frente a la oficina del director ahí está con su pancarta, su casa de campaña haciendo campamento político y su playera de “No pasará, mi cero no pasará”.

Es re bonito que hasta entre nosotros como colegas nos motivemos. Sale uno de clase verde, entre hulk y grinch con cien kilos de estrés y no falta el o la colega buena onda que te deja un chocolate, un chicle o unas papitas porque “te vi re mal y pues alégrate, échale ganitas”.

Los salones de clase son campos de batalla pero también son lugares formidables para aprender, para hacer los mejores stand ups de la vida, también son geniales salas de baile, hermosos auditorios para cantar, o bien, excelentes salas de psicología, excelentes refugios de ayuda especie grupos de apoyo o también, departamentos de creatividad.

Durante muchos años trabajé en medios de comunicación (o sea, sí la hice en mi carrera) y nada me ha apasionado tanto como estar en el salón de clase haciéndola de darth vader o bailando el mambo number five o creyéndome el más intelectual del universo (como Homero Simpson “soy intelectual, muy inteligente”).

Creo que al clásico comentario de que en la vida hay que plantar un árbol, escribir un libro y tener una familia (o en su caso un@ hij@) yo le agregaría probar un tiempo la docencia.

No hay nada más satisfactorio que ser parte del camino de unos cuant@s chic@s que esperan lo mejor y merecen siempre lo mejor.

Así que, sí, efectivamente, no es un trabajo real, es el mejor trabajo del mundo esperando la mejor construcción del mundo.