Ay Diosito santo, algo me está dando. Estoy pávido por la noticia que me dieron, mis nervios están por estallar y mi corazón por parar.
Y es que resulta que mi adorada Blanquita Alcalá sí se nos va a Colombia y su nombramiento será oficial en los próximos días, para que a más tardar a finales de julio o principios de agosto esté viajando a tierras colombianas.
Esto significa que se quedará sin oportunidad de buscar de nueva cuenta la gubernatura; ya no le pondrá piedritas en el camino y en los zapatos a Juan Carlos Lastiri.
Mi adorada Blanquita ya está haciendo las maletas, despidiéndose de su equipo de trabajo y colaboradores y algunos amigos, espero que al menos se despida de mí o mejor aún me invite a Barranquilla, Bogotá, Medellín o algún pueblo pintoresco de Colombia para jugar a Shakira.
Qué tristeza estoy porque ya no veré esas piernitas flaquitas andar de aquí para allá, ni esa naricita de "Mi bella genio" o "Encantada", ni esos outfits tan singulares o las zapatillas de 10 mil pesos.
Ya no escucharé sus tacones al ir y venir, ni su melodiosa voz declarar. Ya no veré su cara de enojada ante preguntas que no le gustan, o sus ojos saltones de sorpresa.
Así es, la senadora se quedará con las ganas de buscar otra vez la gubernatura y de tener la revancha con el morenovallismo, muy caro le costó ser la favorita de Peña Nieto, pues en 2016 la mandó a perder y ahora la manda muy lejos de su familia, de Puebla y de sus sueños de ser gobernadora.