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Yona, el #Arritmitrol

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

Nunca vi más cerca la posibilidad de estar ante un micrófono para grabar una canción que este jueves. Ya me sentía como Thalía, Paulina Rubio, Maluma, Riky Martin o cualquier estrella de la música en su estudio de grabación, pegándome el chicharo al oído con la mano izquierda mientras la derecha agarra el ritmo.
 

Cuando Arturo Rueda mandó la letra de la canción que cantaríamos todos los troles, para la nueva entrada del programa de radio, me emocioné mucho, creía que era mi gran oportunidad para lanzarme al estrellato, que algún productor musical o descubridor de talento escucharía la Tropical Caliente y ¡Pum wey! directo a la fama.
 

Es más, yo que soy chavorruco o Yona viejito, llevaba semanas mirando vídeos reguetoneros y aprendiéndome todas sus rolas, en especial la nueva de Luis Fonsi Despacito, la cual usaremos para la nueva entrada de los Tropitroles, muy emocionado me metí en mi papel.
 

Llegué al programa ansioso por cantar Despacito, hasta ensayaba mis tonos de voz, el matiz, las notas agudas y graves, así como las bailecitos sensuales para vestir la rola y animar a nuestros radioescuchas o televidentes, sobre todo con mi nuevo look de reguetonero para meterme más en el papel.
 

Y así me la pasé ensayando:
 

Despacito
 

Quiero respirar tu cuello despacito
 

Deja que te diga cosas al oído
 

Para que te acuerdes si no estás conmigo
 

Despacito
 

Quiero desnudarte a besos despacito
 

Firmo en las paredes de tu laberinto
 

Y hacer de tu cuerpo todo un manuscrito (sube, sube, sube)
 

(Sube, sube)
 

Coro que acompañaba con mi ya tradicional movimiento de caderas y mis caras sexys y cachondas, incitando al perreo, al deseo o a cualquier instinto sexual.
 

Despacito
 

Quiero desnudarte a besos despacito
 

Firmo en las paredes de tu laberinto
 

Y hacer de tu cuerpo todo un manuscrito (sube, sube, sube)
 

(Sube, sube)
 

Seguía cantando en la cabina de radio de la Tropical Caliente cuando Rueda llegó:
 

—Vénganse todos, vamos a cantar nuestra canción de entrada— dijo Rueda muy entusiasmado. Enseguida me senté a su lado, abrí la letra de la rola, entoné y empecé:
 

Despacito
 

Quiero desnudarte a besos despacito
 

Firmo en las paredes de tu laberinto
 

Y hacer de tu cuerpo todo un manuscrito (sube, sube, sube)
 

(Sube, sube)
 

Expectativa
 

Me sentía como Ariel la Pequeña Sirenita, Thalía, Maluma o Luis Fonsi.
 

Realidad
 

Me escuchaba como la gaviota de La sirenita o Katy Perry cantando en vivo.
 

De pronto apareció una voz con tono reprobador —Yonadab, tú no cantes, sólo cantaremos Mundo, Viri, Zeus y yo— sí, era Rueda que censuró mi voz y con una frase, en menos de 10 segundo destruyó todos mis sueños y anhelos de cantante, nunca me sentí tan derrotado y humillado.
 

Ahora, jamás volveré a cantar ni en la regadera. Nunca más me volveré a parar frente a un micrófono y mientras veía por una ventanita como eran felices grabando la canción, sintiéndose todos unos artistas, mis lágrimas resbalaban por mis mejillas.
 

Hacían bromas, se reían, se divertían, se equivocaban —no cabemos, está tan chiquita la cabina ¿Cómo le hacen los grupos de pop para caber en un cabinita? Bueno, son tan unidos que de 5 se hace 1— exclamó Mundo y todos rieron tan contentos como hermanos y yo, yo sólo los miraba como el niño al que nunca escogen al momento de hacer los equipos de fut.
 

Salieron todos tan felices —Jajajajajaja, jajajajajajajaja, ajajajajajajajaja. Somos un gran equipo, mejor que los Backstreetboys— dijo Rueda al salir de la cabina, restregándome su felicidad en mi cara al mismo tiempo en que mis lágrimas resbalaban.
 

Y no, no le importaba mi sufrimiento, parecía que disfrutaba hacerme sufrir por no saber cantar, por no tener talento para cantar —¡Ay Mundo y Viri ustedes son los mejores amigos cantantes que alguien puede tener!— lo repetía una y otra vez, pero mi corazón se rompía a pedazos.
 

Luego muy cínicos todos, me preguntaban —¿Qué tienes? ¿Por qué estás serio? ¿Por qué no convives con nosotros?— cada una de sus palabras era una puñalada en mi corazón.
 

Moraleja: consíganse a buenos amigos que no los excluyan sólo por no saber cantar. Ahora, venderé Avon o Tupperware.
 

¡Claro!, chinguen al #Arritmitrol